martes, 23 de noviembre de 2010

La imaginación es una pregunta,
y vos entre tantas certezas...

martes, 16 de noviembre de 2010

Solo un mal día

Es una lástima que el cielo esté tan despejado, que sople un aire tan agradable y que la noche sea ideal para tirarse a mirar el mar. Es una lástima. Hoy hubiera necesitado un cielo gris, totalmente encapotado, de esos que abundan en una semana lluviosa. Para estar a tono. Con mi cansancio, con mi día personal, con ese “noséqué” que se ha vuelto rutina, que me mantiene en vilo y no me deja descansar...

(¿Sólo un mal día?)

jueves, 28 de octubre de 2010

Gracias por el fuego

La muerte siempre sorprende como el miedo. Agazapada se esconde en la niebla de la noche y de repente estalla causando un profundo vacío. Entonces el silencio se hace cierto. Tan palpable que no dice nada. Pero a veces no son necesarias las palabras; unas cuantas imágenes lo expresan todo. Basta sólo con levantar la mirada ¿Para qué? Para ver a esos miles de jóvenes volcados en la calle y en la plaza mezclados entre llantos, sonrisas, cánticos y saltos. El impulso formula algo. Lo mismo que pronuncia esa marea interminable de personas que se mueve lentamente pero a paso firme sólo en pos de brindar un último adiós. Y las muestras van mucho más allá: todos los presidentes de la región pisando nuestro suelo, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en la Casa Rosada dejando sus pañuelos sobre el féretro, (como símbolo de un significativo reconocimiento), cientos de banderas flameando en el aire, postales con frases de agradecimiento eterno y pintadas de reconocimiento para homenajear un hombre que supo cómo meterse por la puerta grande de la historia. Eso está claro.
Más allá de las diferencias ideológicas --de forma y estilo--, las deudas sociales y las contradicciones, no puede negarse que Néstor Kirchner consiguió grandes logros. Sino, sencillamente, el paisaje de hoy sería otro totalmente distinto, como hubiesen querido esos canallas del poder que ni siquiera se molestaron en esconder su felicidad rebajada. Sino no se hubiesen acercado al lugar los integrantes de diferentes espacios no peronistas, no kirchneristas que ni siquiera votaron al Gobierno en ninguna de las dos últimas elecciones. Sino no tendría tantos compañeros que sintieron su ida como un nudo atorado en la garganta. Sino no escribiría estas líneas como una necesidad. Es que el hombre marcó algo.
Como quedó establecido, Kirchner fue de esos tipos que hizo de la política su razón y su modo de vida. Desde los inicios de su carrera como militante hasta su último día, demostró ser un luchador pasional, un formidable constructor de poder y una persona muy capaz para encaminar y encarar cada una de sus convicciones. Las intentó llevar a cabo más allá de cualquier consecuencia, incluso cargando al límite su propia salud. Nada lo detenía. Por eso, si algo hay que reconocerle tras siete años (y más) de muestras, es que el hombre nunca fue un ser indiferente: luchó con la pasión que se merece la política y, en particular, Argentina para encontrar un horizonte mucho mejor. Lo recorría el fuego por dentro, era muy difícil de apagar, y por esa intempestiva forma de pelear muchos lo criticaron apuntándolo de ser un “generador de conflictos”, como si el conflicto no fuese insoslayable de una sociedad donde velan distintos intereses y existen diversas desigualdades…
En ese panorama, hay que asentir que Kirchner fue un “gladiador”, en serio, como soltó el Diego. Mismo el domingo pasado los médicos del Hospital Jorge Formenti le habían recomendado hacer reposo, tras un chequeo, pero Néstor siempre estuvo con un ojo puesto en acarrear desde la primera línea su proyecto. Como hizo en el último acto que realizó en el Luna Park. Entonces, hay que sacarse el sombrero ante un militante que hizo todo lo que estaba en sus posibilidades para defender sus convicciones y agradecer que al día de hoy se puede discutir de política y de modelos en un escenario totalmente nuevo, más allá de cualquier resquemor. Es obvio que todavía queda demasiado por hacer más allá de la modificación integral de la Corte, la reactivación de los lazos con los países del Mercosur, la defensa de los derechos humanos y la ruptura virtual con el Fondo Monetario Internacional.
Todavía quedan un 36 por ciento de trabajadores en negro, una sostenida cantidad de casos de gatillo fácil, una Policía que purgar, millones de argentinos que diariamente pasan hambre, pueblos originarios olvidados y un círculo mínimo de empresas multinacionales que en distintas áreas específicas de la economía (por complicidad o por arreglos) se llevan una tajada muy importante al igual que los noventa. Son cosas que hay que mejorar. Pero como decía Salvador Allende “la historia la hacen los pueblos”, y ojalá que este impulso que recibimos hoy y a partir de lo hecho en los últimos años sirva para seguir luchando por un país mejor, lejos de las mezquindades que diariamente nos pretenden servir desde los diarios y la televisión. El mejor homenaje a tanto movimiento será seguir trabajando por la verdadera integración y un escenario más justo como bien dijo esta tarde el hermano Evo.
Quizá esté pecando de sentimentaloide o de optimista, pero prefiero que así sea antes de hundirme en el pesimismo que quieren impartir desde ahora algunos oportunistas. Queda mucho por luchar y demasiado por avanzar. El tiempo no sobra. Lo entendí esta tarde sentado en uno de los canteros de la plaza.
Gracias por el fuego.

jueves, 21 de octubre de 2010

A Sangre Fría (helada)*

Las palabras pueden ser ladrillos o ventanas. Entonces hay que ser claros: en Barracas no hubo ningún “choque” ni “enfrentamiento” entre sindicatos. Lo que sucedió se conoce en cualquier lado como una emboscada. No hay que revolver tanto para corroborarlo. Las imágenes que está investigando la Justicia dan una pila de indicios, los testimonios de los testigos la refuerzan y el saldo final de una jornada nefasta no deja lugar a casi nada. Sólo a los oportunistas y mezquinos que se regodean utilizando la muerte de Mariano Ferreyra, de uno u otro lado, para manipular el hecho políticamente y cagarse en la lucha social de miles.
¡Hijos de puta todos! ¿Por qué no hablan de lo que hay que hablar? ¿Por qué intentan correr alevosamente el foco hacia un rincón sombrío, lejos de la verdadera cuestión? ¿Será por qué no les interesa nada en profundidad? Como no les interesó Víctor Choque, Teresa Rodríguez, Aníbal Verón, Juan Carlos Erazo, Diego Bonefoi. Todos acribillados por levantar la voz de protesta. Por sostener la lucha de los pobres, de los que menos tienen mientras otros se llenan los bolsillos. ¿O será que en realidad no entienden nada?
A Mariano Ferreyra lo asesinó un tiro certero defensor de la codicia. Algunos de los que estuvieron en ese instante fugaz, como Fabián Martínez, dicen que el autor de los disparos tenía “’camisa’ rayada o chomba azul”. Otros, como Diego Cardías, que el sicario tenía “remera roja”. Lo cierto es que en la calle Pedro de Luján se encontraron ocho vainas y dos tipos de casquillos distintos (uno de ellos podría ser de calibre 38). Mientras tanto el asfalto se transformó en una alfombra irregular de piedras, vidrios y palos.
¿Cómo sucedió? Estremece de solo pensarlo. Es verdad que hay que esperar que la fiscal de instrucción nacional Cristina Caamaño avance con la investigación, pero en el foco está un grupo de matones de la Unión Ferroviaria. Las instantáneas del mediodía los muestran en plan de ataque: bajando de las vías, corriendo por la calle al grito de “estos son todos piqueteros mugrientos”; intimidando a periodistas que estaban haciendo su trabajo, pasando por arriba a la (siempre) negligente Policía Federal, como si nada, asechando a hombres, jóvenes y mujeres que apoyaban el reclamo de 117 trabajadores despedidos.
Eso no fue todo, al menos media docena de balazos más encontraron su blanco. Elsa Rodríguez, integrante de una cooperativa de Berazategui, sufrió un tiro en la cabeza y está en coma; Nelson Aguirre, militante del PO, recibió cuatro tiros en las piernas y Ariel Pintos, ex trabajador de UGOFE, soportó excoriaciones faciales. Claro, eso fue después de que la Policía los reprimiera con balas de goma casi dos horas antes por querer cortar las vías de la ex Línea Roca. ¿Para qué? Para pedir la incorporación a planta permanente de los despedidos y la regularización de la situación de los 1.500 trabajadores tercerizados que son víctimas del trabajo en negro y los negociados de las patronales.
A saber, UGOFE opera en conjunto con un centenar de empresas paralelas para “ahorrar” a costa del esfuerzo de los más necesitados. Un trabajador ferroviario enrolado en el UTA puede llegar a cobrar 7.200 pesos, mientras que un tercerizado con suerte llega a los 2.500. Obvio que esa diferencia no es la única y se evidencia en un desbalance en el trabajo cotidiano: un empleado de planta permanente realiza una labor diaria de cuatro horas, en las que cambia cuatro durmientes, al mismo tiempo que un trabajador externo realiza diez “levantamientos”. ¡Vaya cosa!
El conflicto no es nuevo, viene de julio pasado, cuando luego de un bloqueo de once horas también hubo violencia e intimidación hacia los empleados no enrolados. Entonces comenzó una campaña de volantes y pasacalles desafortunados con una sentencia poco creíble: “los trabajadores ferroviarios no cortamos vías”.
Eso no cuajó la lucha de los trabajadores que exigían sus derechos, al contrario, la vigorizó. Por eso, a las 10.30 de la mañana se juntaron en el local de Avellaneda del PO para llevar adelante una nueva medida. Allí se encontraron organizaciones de izquierda, movimientos estudiantiles y representantes de Quebracho.
Nunca imaginaron lo que iba a pasar.
Apenas un poco después las 11 comenzaron a marchar para la estación, pero se dieron cuenta que había montado un (¿cómplice?) operativo policial y las vías ya estaban ocupadas por una patota de la Unión Ferroviaria. La decisión, luego de una breve gresca, fue ir para el lado de Constitución. Se movieron casi tres cuadras, cruzaron el Puente Bosch, hicieron una asamblea, comieron al paso en una parrilla y emprendieron la retirada. “La idea era tomar unos colectivos en la avenida para volver cada uno a sus casas”, comentó Martínez. Sin embargo cuando todo parecía terminado, el fuego se encendió. Lo demás es conocido. Las corridas. El fusilamiento. La bala asesina a metros de unos cuantos oficiales y comisarios nomás, que otra vez volvieron a mirar como la sangre corría en la calle. Las chicanas políticas. La tozudez de la oposición. La estupidez del oficialismo intentando quedar impune, levantando la mano del “yo no fui”, y explicando (innecesariamente) que esto no era el 2001, que la crisis había pasado, que nunca hubo un hecho de represión (obviando que darle vía libre a la Policía roza la contradicción), que la CGT, que…, que…, que…que… ¡¿qué?!...
Todo esto es difícil de digerir. Encontrarse con la muerte de militante por participar de una manifestación callejera es algo inconcebible, al menos, que no se logra entender. Si algunos pueden naturalizar este tipo de hechos, “vaya ellos por lo equivocado que están”. Pero la lucha de los que viven en medio de las injusticias no se negocia. La esperanza de los que pretenden salir adelante día a día, en lugar de dejar apoyado el culo en la comodidad de la cotidianeidad, no se bastardea. No se puede joder con pelotudeces, sin dar más vueltas. Esto no se puede alivianar al mejor estilo Pablo Díaz (dirigente de la UF) que agitado a un costado de las vías se autoinculpó junto a sus compañeros de los hechos. No nos autoinculpemos mediante el silencio encubridor y la estupidez que intenta sacar de escena la muerte de Mariano Ferreyra. No tengamos la sangre fría, como si aquí nada hubiera pasado…